martes, 26 de octubre de 2010

Repulsion


Roman Polanski tiene un buen fajo de grandes películas bajo el brazo, entre las que destacan El cuchillo en el agua, Cul-de-sac, La semilla del diablo, El baile de los vampiros, y Repulsion, todas pertenecientes a la década dorada del director, la de los sesenta, donde desarrolló un cine que lo situó como uno de los más prometedores directores de la época.

Repulsion es el segundo largometraje en la copiosa carrera de Polanski, y pertenece a un cine de terror abordado de una manera cercana y realista, donde el sexo está siempre presente, muy al estilo de Psicosis, o Inseparables, en una película a la que le podemos aplicar la denominación de thriller psicológico, donde la ambientación, la fotografía, y el montaje, desarrollan una labor realmente mayúscula, completando un trabajo donde el director muestra de nuevo una capacidad impresionante, y un estilo particular, para poner la cámara en el lugar preciso.
Del mismo modo que Mia Farrow es la protagonista absoluta de La semilla del diablo, en Repulsion, el icono erótico Catherine Deneuve interpreta a la protagonista, Carol Ledoux, en lo que supone un viaje brutal por los recovecos de una mente desequilibrada. Un trabajo estético y elegante, en tenebroso blanco y negro, donde recorremos las oscuras habitaciones de la mente de Carol, una mujer bella, hipersensible, y sexualmente reprimida, en una auténtica experiencia visual y narrativa.
Una película de intriga, de tensión, de terror psicológico, clásica, en cierto modo, donde la Deneuve, como se suele decir, y como se debe decir esta vez, se come la pantalla.

martes, 19 de octubre de 2010

El imperio de los sentidos



Densa es la bruma que cubre todos y cada uno de los fotogramas de esta película de Nagisa Oshima, y densa, muy densa, la información que en ella encierra para un occidental cualquiera como pudiera ser usted, y como pudiera ser yo.
El cine oriental, como la literatura, o la música, no se rigen por los mismos cánones que en occidente, y éste es un hecho que debemos tener en cuenta al acercarnos a obras lejanas, como El imperio de la pasión, o esta anterior El imperio de los sentidos, dos de los trabajos más destacados de Nagisa Oshima.
El erotismo, el deseo, y la pasión, son conceptos que recorren su cinematografía, y siendo un director desconocido para gran parte del público occidental, forma parte, junto a Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu, de ese grupo selecto de directores japoneses que pasarán a la historia del cine del siglo XX. Oscuro y críptico, sexual, y violento, Oshima despliega en esta película una historia psicoanalítica y perturbadora para completar una obra que no deja indiferente a nadie. Una película con escenas de sexo donde se muestra cómo poco a poco, el deseo y los celos, la locura y la pasión, la lujuría, y la soledad, van destruyendo a los protagonistas. Una película que es una pequeña obra maestra, con momentos sencillamente escalofriantes.
La cinta, prohibida por la censura en algunos países, incluido Japón, que en 2001, veinticinco años después de su estreno, decidió autorizar su exhibición, constituye una magnífica, y freudiana, reflexión acerca del amor obsesivo, y un estudio en toda regla sobre los impulsos de Eros y Thánatos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Shortbus


Shortbus es el nombre de un local, de un club, y el nombre de los autobuses escolares para alumnos con necesidades especiales, y además es el título de esta interesante película de John Cameron Mitchell, que tras Hedwig and the Angry Inch, abre las puertas a lo coral, entrelazando tres historias en medio del abismo neoyorquino. Una película con sexo explícito, y un tanto blando, para un producto final nada pornográfico, ni sucio en absoluto, con tres historias localizadas en el club, donde confluyen una serie de personajes más o menos peculiares.

En Shortbus, las emociones humanas y la relación de éstas con el sexo, vistas con enorme sensibilidad, y con un envoltorio musical en sintonía con las imágenes de esta historia, hacen de la película de Cameron Mitchell una pequeña joyita tragicómica de esta última década y, sobre todo, de un cine marcado por el 11-S y, sin ninguna duda, de un cine para mayorías.

Felicidad, satisfacción afectiva, y sexual, relaciones entre individuos en una gran ciudad, y otros asuntos por el estilo, son tratados en Shortbus con la ya característica vena cómica del director, heredada de maestros como John Waters, o Woody Allen, aunque todavía muy lejos de la maestría de éstos, tanto a nivel historia, como a nivel estético.

Sin duda ésta es una película que logra divertir y entretener a un tanto por ciento importante de un público a medio camino entre lo comercial y lo alternativo, aunque del mismo modo tiene un gran pero, ya que se habla mucho, y se dice poco. Y es que es lo que tienen los experimentos, que son eso, experimentos.

jueves, 7 de octubre de 2010

El último tango en París


Marlon Brando exploró en multitud de ocasiones los más oscuros rincones del ser humano, y El último tango en París es una de esas películas construídas, en gran medida, a partir del propio Brando, y de su personaje. Una película donde un tanto por ciento muy importante lo pone él, y el resto, la maravillosa música del argentino Gato Barbieri y la hermosa, amarillenta, y también tristísima fotografía de Vittorio Storaro, contrapunto lírico de una historia dura, dirigida por Bernardo Bertolucci, y que pasaría a la historia del cine más por cuestiones formales que por su profundidad como historia, porque sí, ésta es una de esas películas recordadas por una escena, por una secuencia, o por un plano, si me apuran. Y sí, hay una escena particular, e icónica, diría yo, en El último tango en París, y es aquélla en la que el personaje masculino sodomiza a la mujer, valiéndose de un poco de mantequilla a modo de lubricante. Este tipo de escenas, y el tratamiento de la temática erótica desde una óptica inusual, con escenas de desnudos frontales de la mujer, causarían un gran impacto en la sociedad de la época.

Y les decía que esta película era en gran medida Brando, y que Brando era la película, y es que ya no estamos hablando de un joven Marlon, sino de un actor maduro, curtido, gastado, y cansado, incluso. Un actor que sabe más por viejo que por diablo. Un monstruo que antes de dejar este mundo, decide atrapar, antes de irse, a su presa. Como acto final, como redención, quizás, en ese abismo que se extiende al final de las vidas de todos y cada uno.