miércoles, 15 de diciembre de 2010

La invasión de los ladrones de cuerpos


En los años cincuenta se vivieron grandes tensiones sociales que el cine supo reflejar con mayor o menor extroversión, sobre todo aquel cine denostado por la industria, el cine de autor, como expresión peyorativa de un cine personal, y el cine de serie B, que bajo la siempre protectora coraza de la ficción llevada al extremo, mostró mejor que ningún otro género la paranoia occidental del momento en clave más o menos metafórica. Y es que es en esta década cuando se consolida la denominada serie B como collage mutante de otros géneros, y como género dedicado a entretener.

La invasión de los ladrones de cuerpos es una película representante de otras muchas, que a partir de un presupuesto modesto y una importante dosis de talento, han logrado pasar a la historia del cine. La fotografía, en un blanco y negro espectacular, un guión trabajadísimo, y una banda sonora auténticamente épica, convierten a este trabajo de Don Siegel en un asunto serio, capaz de generar múltiples y considerables remakes de altura a partir de una historia de tensión. Tensión ganada a pulso minuto a minuto con un estilo que por momentos puede recordar a Hitchcock, la película de Siegel es un hit de ayer, hoy, y siempre, con un estilo único, sólo perjudicado por la industria, que le impuso al director un prólogo y un epílogo, tras cargarse al verdadero germen de la historia, el guionista, en un alarde anticomunista propio de un tiempo en el que alguna gente del cine, guionistas, actores, directores, mujeres y hombres, pagaron el alto precio de las tensiones del momento.

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