viernes, 24 de junio de 2011

Sed de mal


   Uno de los más influyentes artistas del siglo XX, el más grande de los directores de cine, uno de los mejores actores, y el mismo hombre, Orson Welles. Un hombre capaz de dinamitar al conservadurismo, tanto político como cinéfilo, hasta dejarlo hecho añicos con un estilo y una finura inigualables. Un tipo que en 1958 presentó una alineación a la altura del gran artista que fue, con el enorme Henry Mancini al mando de la sección musical, y con un reparto de élite, con Charlton Heston, Janet Leigh, Marlene Dietrich, Zsa Zsa Gabor, y Joseph Cotten, por citar solo a unos cuantos, capaces de sumergirnos hasta las profundidades de una historia acerca del poder y la corrupción del ser humano, asuntos cien por cien Welles, y absolutamente universales. Un plano-secuencia inicial para la eternidad que seguirá estudiándose en las escuelas de cine dentro de cien años, un Charlton Heston con bigote inolvidable, y algunos de los principales instrumentales del poder yanqui aniquilados en poco más de cien minutos de demostración de poderío y dominio del género negro, de la acción, la escenografía, y el diálogo, en un film imprescindible.  
  Sed de mal es la última peli americana del genio de la barba, antes de marcharse a Europa, y esta joya diabólica con un título diabólico, Touch of Evil, está ambientada en una frontera, en la frontera del ser humano, en la frontera de una carrera, una película que con un pie en un mundo y el otro en otro, llega hasta nuestros días como un ejemplo de cine, de narrativa, de creatividad y talento aplicados a un trabajo universal y eterno, el de todo un maestro.

miércoles, 15 de junio de 2011

El tercer hombre

  
  En la cima del séptimo arte, junto a Sed de Mal, Sunset Boulevard, y Ciudadano Kane, se encuentra El tercer hombre, de Carol Reed, con guión de Graham Greene y con las insuperables interpretaciones de Orson Welles y Joseph Cotten, que junto a la hipnosis musical creada por Anton Karas, convierten a esta joya del arte y el entretenimiento en una película indiscutible, imprescindible, revisitable, y muy recomendable. Todo un clásico y, por extensión, todo un clásico del thriller, que si además es considerado como el mejor film británico de todos los tiempos, pues ok, acepto, vale, porque conforme pasan los años, la sombra de esta película se hace más y más grande, y todo elogio se queda corto ante semejante desmadre.

  La imponente presencia del magistral Orson Welles, tanto a nivel físico como psicológico, recuerda a algunas películas del maestro responsable de Mr. Arkadin, o Sed de Mal, y este trabajo interpretativo hace sombra al del resto de sus compañeros, igual de brillantes, pero incapaces, por la razón que fuere, de alcanzar las cotas alcanzadas por uno de los mayores artistas de la historia.
 Encuadres de órdago, y una fotografía sublime al servicio de un magnífico guión, igual de preciso que de evocador, donde lo literario entra en simbiosis con lo técnico, hacen el resto, situando a este trabajo en la cumbre del cine de todos los tiempos. Una película de una brillantez aplastante con uno de los finales más hermosos que se recuerden. Una lección en blanco y negro dentro de una película con las mejores esencias del cine norteamericano y europeo. 


miércoles, 8 de junio de 2011

M, el vampiro de Düsseldorf


  Han pasado ochenta años y M, el vampiro de Düsseldorf , como tantas y tantas películas del magistral Fritz Lang, sigue fresca como la primera rebanada de pan de molde del paquete, y a la altura de lo mejor de lo mejor de la historia del cine, esto dicho desde un punto de vista más o menos objetivo y cinéfilo, claro. Desde un punto de vista más subjetivo podría añadir que, con los años, mis filmografías quizás no favoritas, pero sí más visitadas, son las de Orson Welles, Akira Kurosawa, y Fritz Lang, y con los años, también, he llegado a la conclusión de que sus trabajos, en esencia, son muy similares, muy teatrales, muy clásicos y vanguardistas a la vez, e incluso las historias que cuentan, en el fondo, son muy parecidas entre sí.
  El debut de Peter Lorre, uno de esos actores olvidados por el cine de masas y venerado por los cinéfilos, es una historia acerca de un asesino de niñas, una historia que sin duda afectó a Ladislao Vadja a la hora de realizar su maravillosa El cebo, un film que a la generación de nuestros padres impactó sobremanera.   
  M, el vampiro de Düsseldorf es la primera película sonora de Fritz Lang, y uno de los primeros y más afinados dibujos del perfil de un psicópata, con un Peter Lorre apabullante, acompañado por la imponente composición del noruego Edvard Grieg, que ilustra musicalmente un film extraordinario, en el sentido literal de la palabra. Una película mil y una veces visitable que incluso supo criticar el nazismo con sutil inteligencia.
  Un silbido inolvidable que ilustra todo un hito del séptimo arte.


miércoles, 1 de junio de 2011

Muerte entre las flores

  
  Muerte entre las flores es, indudablemente, una película de los hermanos Coen, como El gran Lebowski, O Brother!, Fargo, Arizona Baby o Sangre fácil, donde, como ya es habitual, Joel toma el mando de la dirección mientras que su hermano Ethan se ocupa principalmente del guión. Esta empatía de la que les hablo es sin duda parte de su éxito profesional, y uno de los factores responsables de hasta una docena de grandes películas que desde los ochenta hasta hoy en día han logrado situar a estos dos tipos en un lugar en el que coinciden los sectores más comerciales y los seguidores de un cine, entre comillas, independiente. Otro de los puntos fuertes de estos dos hermanos se encuentra, además de en la solidez de sus historias, en la acertadísima selección de actores y actrices en cada uno de sus trabajos, y el titulado originalmente Miller´s Crossing es un buen ejemplo de esto, contando con interpretaciones fabulosas como las de  Gabriel Byrne, John Turturro, Steve Buscemi, o la increíble Marcia Gay Harden.
  Muerte entre las flores inauguró a lo grande el playground del séptimo arte en la década de los noventa. Una película de cine negro que podría haber sido un western, una película de acción, o una de terror, y la historia, como tal, seguiría siendo cien por cien Coen,  porque la suya es una filmografía donde aparecen múltiples géneros y una misma manera de contar, un estilo, y al fin y al cabo, un sello, que nos ha regalado grandes joyitas en los últimos años, algunas más para unos, y otras más para otros, pero todas un poco para todos.