miércoles, 8 de junio de 2011

M, el vampiro de Düsseldorf


  Han pasado ochenta años y M, el vampiro de Düsseldorf , como tantas y tantas películas del magistral Fritz Lang, sigue fresca como la primera rebanada de pan de molde del paquete, y a la altura de lo mejor de lo mejor de la historia del cine, esto dicho desde un punto de vista más o menos objetivo y cinéfilo, claro. Desde un punto de vista más subjetivo podría añadir que, con los años, mis filmografías quizás no favoritas, pero sí más visitadas, son las de Orson Welles, Akira Kurosawa, y Fritz Lang, y con los años, también, he llegado a la conclusión de que sus trabajos, en esencia, son muy similares, muy teatrales, muy clásicos y vanguardistas a la vez, e incluso las historias que cuentan, en el fondo, son muy parecidas entre sí.
  El debut de Peter Lorre, uno de esos actores olvidados por el cine de masas y venerado por los cinéfilos, es una historia acerca de un asesino de niñas, una historia que sin duda afectó a Ladislao Vadja a la hora de realizar su maravillosa El cebo, un film que a la generación de nuestros padres impactó sobremanera.   
  M, el vampiro de Düsseldorf es la primera película sonora de Fritz Lang, y uno de los primeros y más afinados dibujos del perfil de un psicópata, con un Peter Lorre apabullante, acompañado por la imponente composición del noruego Edvard Grieg, que ilustra musicalmente un film extraordinario, en el sentido literal de la palabra. Una película mil y una veces visitable que incluso supo criticar el nazismo con sutil inteligencia.
  Un silbido inolvidable que ilustra todo un hito del séptimo arte.


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