miércoles, 25 de mayo de 2011

Atraco perfecto


  De la colaboración entre uno de los más interesantes escritores norteamericanos del siglo XX, Jim Thompson, y uno de los mejores directores de todos los tiempos, Stanley Kubrick, nació esta maravilla titulada originalmente The Killing, Atraco perfecto, un trabajo de ingeniería argumental, y una clase magistral e irrepetible de montaje, fotografía y dirección. Un ejercicio de cine negro de primer nivel, y un ejercicio más allá del ejercicio en sí. Un apabullante trabajo donde el acertado tratamiento del ritmo nos conduce hasta uno de los mejores finales de la historia del cine.
  The Killing es una auténtica sobrada en este mundo de imágenes encadenadas, cine con mayúsculas realizado por un talentoso director veinteañero a mediados de los años cincuenta, y además es, literalmente, todo un mosaico, un auténtico puzzle de piezas, un ejemplo de arquitectura narrativa y de precisión ajedrecística, con un Sterling Hayden épico en el papel protagonista, encarnando a un individuo que pretende dar el último golpe de su vida.
  Decir que The Killing es la mejor película de Kubrick es arriesgado, y en cierto modo es como no decir nada, pues estamos ante el talento de un creador responsable de Senderos de gloria, Espartaco, Lolita, 2001: Una odisea en el espacio, El Resplandor, La naranja mecánica,… y es que no creo que haya una única cima en la carrera de Kubrick, creo que hay muchas, formando una auténtica cordillera cinematográfica, un skyline riquísimo y magistral. Por esto no sabría decir si ésta es la mejor, pero sí la primera de una larga lista de  grandes películas.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sospechosos habituales


  Los años 90 nos dejaron un puñado de grandes joyas del thriller con fuerte querencia por la violencia, entre las que destacan Reservoir Dogs, Asesinos Natos, y cómo no, Pulp Fiction, todas ellas preciosas, por supuesto, pero quizás su brillo haya anulado el de otros trabajos realmente notables producidos en esa década, como Killing Zoe, o sobresalientes, como ésta Sospechosos habituales de la que he comenzado a hablarles hace un rato. Una película que es entretenimiento puro y duro, con un guión tejido por arácnidos, una interpretación de Kevin Spacey que es lo mejor de lo mejor de su carrera, y una banda sonora engarzada a las imágenes, dotándolas de una intensidad narrativa potentísima que convierte a Sospechosos habituales en una de las grandes películas de los noventa, y tuvimos unas cuantas grandes, pero ésta, quizás por imitada, haya sido en cierto modo menos recordada, a pesar de los dos Bafta y los dos Oscar, al mejor guión, y al mejor actor secundario para el señor Spacey.
  Sospechosos habituales fue en su momento una película que marcó tendencias, de eso no hay duda, y el misterioso personaje central de la historia, Kaiser Sozé, que obliga al espectador a no perder detalle para disfrutar del engranaje destinado a dar la sorpresa construído por Bryan Singer, es una vuelta de tuerca al Macguffin de Hitchcock, y la intriga que va in crescendo y que, como mandan los cánones, se resuelve en el tramo final de la película, es todo un homenaje a  cierta manera de hacer cine. Sin ninguna duda, una de las grandes pelis de los noventa, por méritos propios.

miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Quién puede matar a un niño?


    En el año 1976 Chicho Ibáñez Serrador realizó una fantástica película de terror con unos títulos de crédito memorables y un encomiable trabajo musical a cargo del muy grande Waldo de los Ríos. ¿Quién puede matar a un niño? es una de las grandes obras maestras del cine español, y una de las grandes desconocidas de nuestra particular transición. Este trabajo, basado en la novela de Juan José Plans, El juego de los niños, y donde Ibañez Serrador despliega con eficacia una historia explícitamente deudora del cine de Hitchcock, es una película en la que apenas hay diálogos y donde la intriga y la tensión te acompañan de principio a fin en un alarde de sabiduría audiovisual aplicada a un género donde Ibañez Serrador, y su padre, Ibañez Menta, fueron unos grandes. Los dos, junto al mencionado Plans, son responsables de las mejores historias de terror producidas para radio y televisión en nuestro país, y por ello nos deben muchas horas de sueño, y nosotros, claro está, a ellos.
  Por otra parte, realizar una película que transcurre a plena luz del día y que transmita terror y desasosiego como ¿Quién puede matar a un niño? sin duda transmite no es asunto fácil, y solo este trabajo compensa la imagen de dictador engolado de aquel Chicho del Un, Dos, Tres, al que muchos recordamos como personaje agridulce. En ¿Quién puede matar a un niño? hay otro Chicho, un Chicho menos conocido y reconocido, un cineasta de talento, que con sencillez construyó una magnífica película de terror ambientada en una isla donde los niños son los auténticos protagonistas.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Blue Velvet

  
  Existen unas cuantas cosas fascinantes en el cine de David Lynch, algunas de fácil descripción, y otras no tan fácilmente transmitibles, y una que con el paso de los años me sigue sorprendiendo, y es que siempre que leo críticas de aquí y de allá acerca de sus pelis y de su trabajo como creador, o de esta joya titulada Blue Velvet, o de otras igualmente recomendables, me encuentro con lo mismo, con apasionadas defensas y con desenfrenados ataques, y es que su trabajo es objeto de veneración y odio en la misma proporción, y esto, para empezar, me resulta curioso.

  En Blue Velvet confluyen iconos básicos del universo lynchiano: Isabella Rossellini, y dos de sus actores fetiche, la gigantesca Laura Dern y Kyle MacLachlan, al que muchos recordarán por su interpretación del agente Cooper en la inolvidable serie Twin Peaks, pero sobre todo destaca Dennis Hopper, haciendo un papel bestial al nivel de los mejores Pacino, Brando y De Niro. Y es que tras la aventura de Dune el genio del tupé siguió adelante y a mediados de los ochenta estrenó este peliculón donde desgrana claves básicas de su cine en un ambiente de aparente tranquilidad y por ello quizás absolutamente perturbador. Un mundo que por momentos parece un dulce sueño, y por momentos una auténtica pesadilla.
  El trabajo de Angelo Badalamenti, otro habitual del universo Lynch, pone la guinda a un pastel que, veinticinco años después de su estreno, es ya todo todo un clásico. Sugestivo y sugerente, y quizás extraño, y es que éste también es un mundo muy extraño, ¿no les parece?