Hayao Miyazaki tiene influencias claramente orientales en sus trabajos, pero sin duda también occidentales, y su gusto por la aventura, la novela decimonónica, y su marcado amor por los paisajes eternos con influencias del cine clásico norteamericano, convierten su trabajo en un sello de identidad del autor. Un hombre interesado por la naturaleza, el entorno, y la naturaleza del ser humano, que reflexiona acerca del hombre y acerca de la máquina en una misma reflexión.
Guionista, dibujante, y director, Miyazaki bebe del Walden de Thoreau, de las pinturas de Hopper, y de Julio Verne, de la ingeniería mecánica, y del género de aventuras, creando mundos donde el espectador avanza, como en un sueño. También como en un juego, pues su cine contiene cierta alegría infantil, y notables apuntes de ética y sociología. El castillo ambulante es un mundo de colores y un viaje, como en todas sus películas, hacia la vida adulta. Un viaje para niños y mayores, pues Miyazaki se dirige a los dos en sus películas, y en todas, adultos y niños, aprenden algo y disfrutan de una travesía fascinante.
Un cine el suyo, hermoso y kafkiano a la vez, pero siempre brillante.
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