Los años 90 nos dejaron un puñado de grandes joyas del thriller con fuerte querencia por la violencia, entre las que destacan Reservoir Dogs, Asesinos Natos, y cómo no, Pulp Fiction, todas ellas preciosas, por supuesto, pero quizás su brillo haya anulado el de otros trabajos realmente notables producidos en esa década, como Killing Zoe, o sobresalientes, como ésta Sospechosos habituales de la que he comenzado a hablarles hace un rato. Una película que es entretenimiento puro y duro, con un guión tejido por arácnidos, una interpretación de Kevin Spacey que es lo mejor de lo mejor de su carrera, y una banda sonora engarzada a las imágenes, dotándolas de una intensidad narrativa potentísima que convierte a Sospechosos habituales en una de las grandes películas de los noventa, y tuvimos unas cuantas grandes, pero ésta, quizás por imitada, haya sido en cierto modo menos recordada, a pesar de los dos Bafta y los dos Oscar, al mejor guión, y al mejor actor secundario para el señor Spacey.
Sospechosos habituales fue en su momento una película que marcó tendencias, de eso no hay duda, y el misterioso personaje central de la historia, Kaiser Sozé, que obliga al espectador a no perder detalle para disfrutar del engranaje destinado a dar la sorpresa construído por Bryan Singer, es una vuelta de tuerca al Macguffin de Hitchcock, y la intriga que va in crescendo y que, como mandan los cánones, se resuelve en el tramo final de la película, es todo un homenaje a cierta manera de hacer cine. Sin ninguna duda, una de las grandes pelis de los noventa, por méritos propios.
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