martes, 8 de diciembre de 2009

2001. Una odisea en el espacio


En el cine, como en la televisión, hay imágenes, no necesariamente narradas, sino imágenes que narran, con capacidad de, una tras otra, contar una historia. Sin voz en off, sin diálogos, así, a lo bestia, en pelotas. El más difícil todavía sería el condensar en esa narración por medio de imágenes asuntos que afectan al hombre, al género humano, y a su espíritu. Asuntos nada triviales, vaya. Asuntos serios de verdad.
Stanley Kubrick logró realizar una película con estas características tan inusuales, titulada 2001. Una odisea en el espacio, una obra inmortal, atemporal y maravillosa, con imágenes sencillamente impresionantes y con una apertura que ya es historia del cine.
Filosofía, arquitectura, futuro, pasado, tiempo, naturaleza, y otros temas nada superficiales, atraviesan esta película, que dentro de 50 años seguirá siendo un hito.
Un espectáculo de planos, encuadres, diseño artístico, fotografía, y color.
Como en aquel primer pie en la luna televisado, como en la danza espacial de 2001, hay algo más que imagen, hay una metáfora, y las secuencias de 2001 representan algo más que lo que representan. Stanley Kubrick trabajó en esta línea en otras obras mayúsculas como La Naranja Mecánica, dejando un magnífico legado como explorador de algo valioso, muy valioso, y a menudo olvidado, el género humano.
En 1968 Kubrick creó una epopeya visual sin apenas diálogos que hoy en día es reconocida como una de las grandes películas de la historia del cine, a partir del guión escrito junto a otro de los grandes, Arthur C. Clarke .

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