martes, 9 de marzo de 2010

Dancer in the dark

Golpear la conciencia del espectador como la golpea Lars Von Trier en todas sus películas es algo muy de agradecer, en este mundo medio despierto y medio dormido en el que vivimos.

La cruda realidad del mundo de hoy, y por desgracia, del mundo de siempre, basada en la falsedad y la mentira, vista a través del prisma de Selma, interpretada maravillosamente por la conocida cantante islandesa Björk, bien secundada por un icono de la gran pantalla, Catherine Deneuve. Una película que, utilizando las mismas armas que el enemigo, muestra justamente lo contrario que él, en esta película dramática, estética, profunda en su aparente supercialidad como pocas, y esperanzadora, de un director azotado por el rayo, y dispuesto a todo.

Von Trier logra en Dancer in the dark algo inaudito en el cine, no que sufras por el protagonista desde una posición de empatía distante, desde la seguridad de la barrera, sino que anula las distancias de protección y te mete de lleno en un mundo que todos conocemos bien, pues es éste, y no otro, igual de bello, que de cruel y triste. Un mundo donde la falsedad acampa a sus anchas y donde las espaldas, por seguridad, deben estar bien cubiertas. Una película que se atreve a ningunear al guión telefílmico, y a la comedia dramática falsa y de chicle que nos hacen tragar todos los días. Una película, o lo que ustedes quieran, pero un producto de primera, una obra maestra. Desoladora e inquietante, Dancer in the Dark es onírica y aplastante, a partes iguales, y una de las cimas del cine europeo, sin ninguna duda.

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