lunes, 1 de marzo de 2010

Persona


Persona es ante todo una experiencia estética, aunque también una experiencia profunda. Una de las grandes películas que la humanidad ha concebido y quizás la mejor película de Bergman. Un trabajo que el director escribió en un hospital mientras estaba convaleciente debido a un fuerte estrés. Una película que deja huella, basada en el silencio y en el monólogo, que apoyados en una fotografía magistral al servicio de las luces y las sombras de la personalidades interpretadas por Bibi Andersson y Liv Ulmann, extraordinarias las dos, hacen de Persona el ejemplo de cine culto y arriesgado que los cinéfilos veneramos.

Un cine lleno de elementos metafísicos, filosóficos, y psicoanalíticos, el de este gran hombre del frío. Un cine lleno de experimentos y de aciertos, lleno de imágenes que sugieren y de contenidos que laten en su interior. Persona es una película plagada de silencios, monólogos e imágenes misteriosas, y un trabajo de una calidad interpretativa pocas veces vista.

Una obra que no responde a géneros ni a límites, una obra libre, en este sentido, y mayúscula. Una película capaz de mostrar al ser a través de su mirada. Minimalismo formal y argumental en la obra de un artista que ligó su vida a su obra, y viceversa.

Persona, toda una experiencia fílmica. El cine como medio y un artista profundizando en la condición humana por medio de ese famoso parpadeo que a partir de imágenes fijas crea movimiento. El interior del ser humano en un ying yang plástico y nada ligero de contenido.
Ingmar Bergman, un director más allá del calor y el frío.

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