miércoles, 7 de abril de 2010

El castillo ambulante



Si les digo que El castillo ambulante es obra de uno de los grandes nombres de la animación, Hayao Miyazaki, quizás no les diga mucho el dato, pero si les digo que este tipo es responsable, entre otros trabajos, de series de animación que ya son patrimonio de la humanidad, como Heidi o Marco, y de películas animadas de incuestionable valor, como El viaje de Chihiro, la cosa cambia, y mucho.

Hayao Miyazaki tiene influencias claramente orientales en sus trabajos, pero sin duda también occidentales, y su gusto por la aventura, la novela decimonónica, y su marcado amor por los paisajes eternos con influencias del cine clásico norteamericano, convierten su trabajo en un sello de identidad del autor. Un hombre interesado por la naturaleza, el entorno, y la naturaleza del ser humano, que reflexiona acerca del hombre y acerca de la máquina en una misma reflexión.

Guionista, dibujante, y director, Miyazaki bebe del Walden de Thoreau, de las pinturas de Hopper, y de Julio Verne, de la ingeniería mecánica, y del género de aventuras, creando mundos donde el espectador avanza, como en un sueño. También como en un juego, pues su cine contiene cierta alegría infantil, y notables apuntes de ética y sociología. El castillo ambulante es un mundo de colores y un viaje, como en todas sus películas, hacia la vida adulta. Un viaje para niños y mayores, pues Miyazaki se dirige a los dos en sus películas, y en todas, adultos y niños, aprenden algo y disfrutan de una travesía fascinante.

Un cine el suyo, hermoso y kafkiano a la vez, pero siempre brillante.

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