miércoles, 28 de abril de 2010

Mulholland Drive

En los últimos años David Lynch ha conseguido realizar películas demoledoras con la industria hollywoodiense, películas que además son más Lynch que nunca, a base de oscuros secretos, moteles de carretera, mujeres fatales, mentiras, y un clima de tensión, sexo y violencia -aunque no sólo, ni sobre todo-, que deja al espectador en medio de una auténtica pesadilla.

Mulholland Drive es, desde los créditos de inicio hasta los de salida, una obra de arte. Similar a alguna pintura de Bacon o de Hopper.

Pocos directores pueden presumir hoy en día de ser tan influyentes como David Lynch lo es, ya no sólo en el cine, sino en la cultura occidental en general. Junto a Lost Highway, e Inland Empire, Mulholland Drive completa un tríptico acerca del cine, y acerca de la identidad, intenso y particularmente oscuro y magnético, que obliga a ver cada uno de sus trabajos más de una vez y con cierta predisposición como espectador.

Una media hora final polémica cierra un trabajo denso y obscuro, con b, donde la música de Angelo Badalamenti, como suele ser habitual, hace un trabajo impagable.

Así, lo que en un principio parece ser la historia de Betty y Rita, y sus intentos por descubrir quién es realmente esta última, deviene finalmente en el retrato de Diane Selwyn, una joven actriz perdida en un mundo pesadillesco.

David Lynch, un director que consigue que trabaje la psique de los espectadores algo más de lo habitual, algo que algunos agradecemos, y otros aborrecen hasta decir basta. Así es la vida, 100% Lynch. A veces oscura, a veces luminosa. Casi siempre ambas cosas.

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