miércoles, 14 de abril de 2010

Fitzcarraldo



Todos hemos estado locos alguna vez. Werner Herzog también.
Fitzcarraldo es una película fuera de lo normal en todos los sentidos, excesiva y brutal, pero también bonita y sentimental, una película donde la alianza entre Werner Herzog y Klaus Kinski se convierte en el leitmotiv de esta producción, clasificada por muchos como una auténtica locura, pero que al fin y al cabo pasará a la historia del cine como toda una aventura, épica, transtornada, y profunda. Werner Herzog, un hombre con sueños, capaz de plantarle cara a todo un monstruo de la interpretación como Klaus Kinski, con el que ya había trabajado anteriormente en la fundamental Aguirre, la cólera de Dios, y que es otra buena muestra de lo que supone profundizar en temas tan abruptos como la locura, y la obsesión, dirige este viaje sorprendente y desmedido, donde el personaje interpretado por Klaus Kinski, un comerciante de caucho enamorado de Enrico Caruso que se propone abrir un teatro de la ópera en medio de la selva peruana, ilustra la crónica de sus locuras, de la lucha contra los elementos, y por extensión de la lucha con él mismo, en medio de la naturaleza, en medio de lo todavía no corrompido.

Herzog ha facturado en los últimos años grandes películas, entre las que cabe destacar la durísima Grizzley Man, siendo fiel a esa exploración suya en los límites de la ficción y el documental, y en algún lugar de la selva amazónica peruana todavía podemos encontrar los restos de uno de los barcos imposibles que Werner Herzog utilizó en el rodaje de una odisea llamada Fitzcarraldo, y esto es también parte de su legado.

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