miércoles, 26 de mayo de 2010

Ser o no ser


  Ésa es la cuestión, ni más, ni menos.
  En 1942, Ernst Lubitsch, un director de cine de familia judía, dirigió una de las mejores comedias jamás realizada, clásico entre los clásicos.
   Ser o no ser es, además, una de las más explícitas y divertidas sátiras acerca de Hitler y el nazismo junto a otra producción coetanea que le hace sombra, El gran dictador, del señor Charles Chaplin.
Ernst Lubitsch tiene otros títulos enormes, como Ninotchka (1939) o El bazar de las sorpresas (1940), pero esta Ser o no ser, utilizada como propaganda antinazi e incomprendida como comedia en su momento, es una obra genial y cumbre de una carrera, una película de una vigencia sorprendente, cargada de momentos verdaderamente divertidos y siempre elegantes marca de la casa, en un merecido homenaje al mundo del teatro y a los actores, no olvidando que Lubitsch empezó en el teatro, interpretando. Una obra que a Shakespeare le habría gustado.

  Un director que trabajó en el cine mudo y transitó, como tantos otros, al sonoro, un hombre que fue alemán, ruso, y norteamericano, no a la vez, claro, y que acabó haciendo cine dentro de una industria controlada por otros judíos que, como él, habían huído del antisemitismo de la época. Un director que supo rodearse, para esta maravillosa Ser o no ser, de un equipo técnico responsable de la música, los decorados y la fotografía, verdaderamente sobresaliente. Secuencias como actos en una obra de teatro y un estilo, el de Lubitsch, fundamental en la historia del cine.
  Ser o no ser. Ésa es la cuestión, y Lubitsch es, desde luego, hoy más que ayer.

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