miércoles, 3 de noviembre de 2010

C.R.A.Z.Y.

  
  El sistema lo absorbe todo. Hasta una película canadiense, si se tercia. Y C.R.A.Z.Y. es una película canadiense con clara vocación por agradar a una mayoría de espectadores, y no sólo a los paladares más exigentes.
  Dicho esto, me gustaría añadir que de un tiempo a esta parte el tema de la homosexualidad se ha convertido en un verdadero reclamo comercial, también en el cine, por supuesto, aunque no el tema de la homosexualidad afrontado con rigor y profundidad, sino éste visto desde un prisma que lo rodea con cierta frivolidad, pero que en ningún momento lo tiene en primer plano.

  Las vivencias de una familia corriente de un barrio periférico de Québec en la década de los 60 y los 70, y el periplo personal de uno de los hijos, no es que sea a priori un gran argumento en cuanto a originalidad se refiere, pero claro, después cada director tiene una forma de tratar este argumento, y Jean-Marc Vallée trata este argumento con cierta tierna frescura, y con momentos no muy lejanos al humor, siempre bien recibidos por la mayoría, que me recuerdan a otras películas como aquella Reality Bites, de Ben Stiller, por continuar en este sendero dulzón, o, cambiando de tercio, Goodbye Lenin, for exampol.

  La notoria implicación actoral y una banda sonora de lujo, a modo de medley generacional, hacen que C.R.A.Z.Y. consiga ser una grata y agradable sorpresa para muchos. Banda sonora que por momentos es el 90% de la película, con temas de Patsy Cline, Pink Floyd, los Rolling Stones, Charles Aznavour o David Bowie, y ya sólo por esto, recomendable.

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