martes, 1 de febrero de 2011

El odio

El odio es uno de los más interesantes retratos sociales del cine de los años noventa, la ópera prima de Mathieu Kassovitz, y uno de los más entusiastas y realistas trabajos de la cinematografía francesa. Un país retratado desde los suburbios marginales hasta el epicentro de la capital, y una historia que podría transcurrir  en cualquier país desarrollado con una mínima herencia colonial. Diálogos de crudeza urbana en un entorno de planos en blanco y negro y unos personajes carismáticos: Un judío, un negro, y un árabe, con sus respectivas personalidades, conformando todo un tridente. Vince representando a lo salvaje, Hubert, el Superego, la razón, en constante lucha con Vince, y Saïd, el Ego que estaría en medio y medio de la disputa anterior. Tres personajes que forman uno, y una frase que lo resume todo: “El odio sólo engendra más odio”.
  El odio es una película tremendamente actual, con cierto tono documental, pero una película de ficción, al fin y al cabo, de una vigencia total. Una historia de amistad y violencia, y un trabajo en gran medida premonitorio de lo acontecido en las calles francesas en los últimos años. Una película de gran potencia visual, particularmente intensa, y toda una radiografía social, con estupendos planos-secuencia de alto contraste, y un gran trabajo interpretativo de Vincent Cassel, un actor siempre rotundo al frente de este  duro retrato de la sociedad francesa.

   El odio reúne los requisitos necesarios para convertirse con los años en lo que ya es en cierto modo hoy: una película de culto.

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